Una infancia silenciosa que sobrevive esquivando las trampas de la escasez.
Eran 11 % del total de menores de 6 a 14 años cuando toda España se preparaba para marchar en procesión por los años más duros de La Gran Recesión. Era 2009 y los servicios sociales alertaban de las consecuencias de la forma de vida de estas niñas y niños que formaban lo que la prensa llamaba la generación de la llave. Ocho años después, en esta España que se jacta de haber salido de la crisis mientras pasea a sus dos gemelos –crecimiento económico y precariedad–, poco se sabe de los niños de la llave.
Hace ocho años eran más de 350.000 niñas y niños, y analistas asumen que, dadas las condiciones, hoy son muchos más. Los vemos temprano en la calle corriendo hacia la escuela con la llave colgando del cuello. O a la salida del colegio marchándose solos a paso lento. Nadie los espera. Padres, madres, servicios sociales y escuela dan fe de su existencia y los describen. Pero las estadísticas no hablan de ellas y ellos. Se ocultan detrás de porcentajes.
Pasan las tardes de los días laborables en soledad en sus casas. Muchos cenan solos. También desayunan solos. O eligen no hacerlo. Una infancia en aislamiento, en riesgo de exclusión social por falta de tiempo de sus cuidadores, por falta de red de relaciones sociales, por falta de recursos económicos. Estas trampas de la escasez nos señalan la existencia de este colectivo silencioso de niñas, niños y adolescentes, de puertas adentro, que paga día a día una deuda social para que España se afirme en la senda de la recuperación económica.
Este breve dosier1 es un primer intento de acercarnos a estas vidas escondidas, prestando especial atención a aquellas niñas, niños y adolescentes cuyas familias sobreviven en torno al umbral de la pobreza. Se trata de padres y madres que encadenan secuencias de empleo y desempleo. O que integran ese colectivo de casi el 15 % de población activa en España: los trabajadores pobres. Son formas de vida en condiciones precarias en la base de la sociedad: las familias con hijas e hijos a cargo.
Con la llegada del verano, niñas y niños de la llave viven un tiempo de especial vulnerabilidad de derechos. El riesgo de exclusión social es mayor, especialmente en temas sensibles como la alimentación, ocio, tiempo libre, actividades sociales y vacaciones con la familia. Una mirada indiscreta por el ojo de la cerradura permite visibilizar un poco más sus vidas cotidianas y las consecuencias de esta crianza exenta de criadores.
Por Clarisa Giamello y Gonzalo de Castro. Fundación Educo España- ChildFund Alliance, 2017